Por Jorge Cuevas
Tiene el gafete de capitán con Cruz Azul y con esa personalidad habló tras el empate entre la “Máquina” y Rayados, pero salió en defensa de Vicente Sánchez, el estilo de juego y hasta del propio equipo.
El goleador del equipo sentenció a todos los detractores argumentando que no eran el equipo fenómeno con Martín Anselmi ni espantoso con Vicente Sánchez. Simplemente, hay margen de cosas por mejorar y así trabajan semana a semana con el DT que sea.
Un rugido silencioso, una entrega incansable, un liderazgo que se forja en cada batalla. Ignacio Rivero, el uruguayo que conquistó La Noria, se ha erigido como el faro que guía a este Cruz Azul en tiempos de turbulencia. Más que un jugador, un símbolo de garra y compromiso que resuena en el alma de cada aficionado celeste.
En un equipo que ha experimentado cambios drásticos en los últimos meses, Rivero se ha convertido en el pilar que sostiene la estructura. Su versatilidad, capaz de adaptarse a cualquier posición en el mediocampo o la defensa, es un reflejo de su compromiso con el equipo. Pero más allá de su talento futbolístico, lo que realmente destaca es su liderazgo.
No es un líder que grita y gesticula, sino uno que inspira con el ejemplo. Su entrega en cada partido es contagiosa, su lucha por cada balón es un recordatorio de lo que significa portar el escudo de Cruz Azul. En un equipo joven, su experiencia y serenidad son cruciales para mantener la calma en los momentos más tensos.
Rivero personifica la garra celeste, esa pasión que nos define como aficionados. Su capacidad para recuperar balones, su visión para distribuir el juego y su valentía para ir al frente lo convierten en un jugador imprescindible. En cada barrida, en cada pase preciso, en cada cabezazo ganador, se siente el latido de un corazón azul que no se rinde jamás.
Su liderazgo se ha manifestado en momentos claves. En partidos apretados, cuando el equipo necesitaba un empujón anímico, Rivero ha aparecido para marcar la diferencia. Su voz, aunque discreta, resuena con autoridad en el vestuario. Es el tipo de líder que no necesita un gafete para ser reconocido como tal.
Rivero se ha convertido en un símbolo de esperanza para la afición celeste. En un momento en que el equipo busca reencontrar su identidad, su presencia en el campo es un recordatorio de los valores que nos definen: lucha, entrega y pasión.
Su conexión con la afición es innegable. En cada partido, se entrega por completo, como si fuera el último. Su respeto por la historia del club y su compromiso con la causa celeste lo han convertido en uno de los jugadores más queridos por la hinchada.
09/03/2025
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