Por Jorge Cuevas
Los problemas de Vicente Sánchez con Cruz Azul son demasiados: Pésimo rendimiento futbolístico, la afición totalmente en contra de él y a su equipo totalmente abandonado en CU y por si fuera poco, un vestido que cuestiona sus decisiones... el charrúa tiene más de un problema con una máquina que no debería pasar por estas situaciones.
Adrián Esparza de TUDN, mencionó que los seis jugadores a los que Vicente Sánchez dio descanso y ni viajaron a Seattle para el partido contra el Sounders, están muy molestos por esa decisión, ellos querían jugar y no se les permitió ni la posibilidad de estar.
La situación es crítica, alarmante, casi apocalíptica. Vicente Sánchez ha logrado lo impensable: alienar a exjugadores, perder la confianza de la directiva, ganarse el repudio de la afición y, lo peor de todo, fracturar el vestidor. Un cóctel explosivo que presagia el fin de su ciclo en La Noria.
Las leyendas del Cruz Azul, aquellos que sudaron la camiseta y nos dieron alegrías efímeras, ya no se callan. Las críticas llueven desde todos los ángulos, señalando la falta de identidad del equipo, la ausencia de un estilo de juego definido, la incapacidad de Sánchez para motivar a sus jugadores.
Estas voces, que resuenan con la autoridad de la experiencia, son un reflejo del sentir de la afición. El desencanto es palpable, la frustración se respira en el ambiente.
La paciencia de la directiva, que en un inicio respaldó a Sánchez, se ha agotado. Los resultados no llegan, el equipo no muestra mejoría, y la presión de la afición es insostenible.
Los rumores de una posible destitución se intensifican, las reuniones de emergencia se multiplican, y la sombra de un nuevo técnico se cierne sobre La Noria. La directiva, consciente del error cometido, busca una salida digna, una forma de minimizar el daño.
La afición cruzazulina, fiel e incondicional, ha dicho basta. El Estadio Azteca, otrora bastión de esperanza, se ha convertido en un cementerio de ilusiones rotas. Los cánticos de apoyo se han transformado en gritos de protesta, los aplausos en abucheos ensordecedores.
La deserción es masiva, el desánimo contagioso. Los aficionados, hartos de promesas incumplidas, de decepciones constantes, han decidido darle la espalda al equipo.
Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, las filtraciones revelan que el vestidor está roto. Las divisiones internas, los roces entre jugadores y cuerpo técnico, las diferencias irreconciliables, han creado un ambiente tóxico, insostenible.
La falta de liderazgo de Sánchez, su incapacidad para manejar egos y resolver conflictos, ha llevado al equipo al borde del abismo. La unidad, la cohesión, el espíritu de equipo, valores fundamentales en cualquier proyecto deportivo, han desaparecido por completo.
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