Por Sergio Ruiz
Carlos Hermosillo, un nombre que resuena con fuerza en la historia de Cruz Azul, es uno de los futbolistas más emblemáticos de la institución. Su paso por el club cementero no solo marcó una era, sino que también dejó un legado imborrable, convirtiéndose en un ícono del fútbol mexicano. Su historia con la Máquina comenzó en 1983 y se extendió por más de una década, tiempo en el que dejó huella con su extraordinario talento, su incansable determinación y su capacidad para marcar goles en momentos cruciales.
Nacido el 24 de agosto de 1966 en Guadalajara, Jalisco, Carlos Hermosillo inició su carrera en el fútbol profesional en el club Guadalajara, pero sería en Cruz Azul donde alcanzaría su máximo esplendor. Fue en 1983 cuando el delantero llegó a la institución celeste, con la misión de reforzar una ofensiva que, a lo largo de los años, lo transformaría en un referente para el club y su afición.
La relación entre Hermosillo y Cruz Azul fue inmediata. Con su llegada, rápidamente se integró al equipo y comenzó a mostrar su capacidad goleadora. El goleador mexicano no solo brilló por su olfato de gol, sino por su visión de juego y su habilidad para asociarse con otros compañeros en el campo. En 1987, alcanzó uno de los momentos más emblemáticos de su carrera al ganar el Campeonato de Liga con Cruz Azul, y a partir de ese momento, su conexión con el club se profundizó aún más.
Hermosillo jugó un papel crucial durante las décadas de los 80 y 90, en las cuales Cruz Azul se mantuvo como uno de los clubes más competitivos del país. Su presencia en el área rival se convirtió en sinónimo de peligro, y su capacidad para anotar goles en partidos decisivos lo posicionó como un jugador indispensable para los entrenadores que pasaron por la institución. Durante su primer ciclo con el equipo, entre 1983 y 1988, Hermosillo anotó una impresionante cantidad de goles que cimentaron su fama en el club.
Sin embargo, su historia en Cruz Azul no terminó en esos primeros años. En 1994, luego de un breve paso por el América y el futbol internacional, Hermosillo regresó a la Máquina Cementera para continuar su carrera en el club que lo vio nacer como estrella. Durante esta segunda etapa, Carlos vivió una de sus temporadas más destacadas, en la que logró consagrarse como el máximo goleador histórico de la institución, con más de 150 goles en competiciones nacionales e internacionales.
La capacidad goleadora de Hermosillo no solo lo hizo destacar en Cruz Azul, sino que también lo llevó a ser considerado una pieza clave de la selección nacional. Fue convocado para representar a México en diferentes torneos internacionales, incluidos los Juegos Olímpicos de 1984 en Los Ángeles, donde ayudó a la selección a obtener la medalla de oro. Su habilidad para liderar el ataque mexicano, tanto a nivel de clubes como a nivel internacional, fue inigualable durante su época.
Más allá de su faceta como goleador, Hermosillo se destacó por su ética de trabajo, su compromiso con el club y su capacidad para ser líder dentro y fuera del campo. A lo largo de su carrera, enfrentó diversos retos, pero siempre se mantuvo fiel a su pasión por el fútbol y por Cruz Azul. En cada partido, su entrega, su garra y su determinación se reflejaban, convirtiéndolo en un verdadero ícono de la institución y ganándose el respeto y cariño de los aficionados celestes.
Carlos Hermosillo dejó un legado que trascendió más allá de los goles. Su nombre está ligado a los momentos más importantes de la historia de Cruz Azul, incluyendo su participación en el subcampeonato de la Copa Libertadores en 2001, y su liderazgo en el equipo que, en 1997, obtuvo el título de la Copa de la Liga. Aunque su carrera como futbolista llegó a su fin en 2003, su impacto en el club nunca se desvaneció.
Hoy, Carlos Hermosillo es recordado como una leyenda viviente del fútbol mexicano. El nombre de Hermosillo sigue siendo sinónimo de éxito, pasión y amor por los colores de Cruz Azul. A los aficionados celestes les queda la satisfacción de haber vivido una época dorada junto a un jugador que se convirtió en su máximo exponente. Hermosillo, con su camiseta 9, es, sin lugar a dudas, una pieza fundamental en la historia de la Máquina Cementera.
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