Por Jorge Cuevas
Históricamente, llevar el dorsal 10 en cualquier equipo, es sinónimo de jugadores importantes, talentosos e inigualables. Pero en Cruz Azul la cosa pinta diferente, porque hay una maldición entorno a ese número.
Desde que lo dejó el Chaco Giménez, el resto de los futbolistas que lo usan, están condenados al fracaso. Walter Montoya, Alex Castro, Moisés Vieira, Pol Fernández, Rómulo Otero y Ángel Romero son los que utilizaron este dorsal y les fue de la patada en la “Máquina”.
Andrés Montaño es el último jugador afectado por esta maldición. Talento de crack, pero que no logra consolidarse y hasta se dice que en verano le traen más competencia para su puesto.
En la incesante búsqueda de talento que caracteriza a Cruz Azul, Andrés Montaño emerge como una luz brillante, una promesa que ilusiona a la afición. Sin embargo, como suele suceder en nuestro amado club, la irregularidad y la falta de oportunidades amenazan con opacar el brillo de esta joven joya. Como cruzazulino de corazón, me duele ver cómo el potencial de Montaño se diluye entre la confusión y la inconsistencia.
Desde su llegada a La Noria, Montaño ha demostrado tener un talento natural que lo distingue. Su visión de juego, su habilidad para el regate y su capacidad para generar peligro en el área rival lo convierten en un jugador especial. Su estilo de juego recuerda a aquellos mediocampistas creativos que han dejado huella en la historia de Cruz Azul.
En los pocos minutos que ha tenido en el campo, Montaño ha dejado destellos de su calidad. Sus pases precisos, sus cambios de ritmo y su capacidad para encontrar espacios en la defensa rival han generado aplausos y elogios entre la afición.
Sin embargo, la irregularidad ha sido un enemigo constante en la carrera de Montaño. La falta de continuidad, los cambios de técnico y la competencia interna han afectado su desarrollo.
En un equipo como Cruz Azul, donde la presión es constante y la exigencia es máxima, los jóvenes jugadores necesitan tiempo y confianza para consolidarse. Pero Montaño no ha tenido esa oportunidad.
Uno de los mayores interrogantes sobre el caso de Montaño es la falta de oportunidades. A pesar de que la afición pide su ingreso, los técnicos no le han dado la confianza necesaria.
Su posición en el campo, su falta de adaptación al sistema de juego y la competencia con otros jugadores son algunas de las razones que se han manejado para explicar su escasa participación. Pero la realidad es que nunca se le ha dado la oportunidad de demostrar su valía de manera consistente.
03/03/2025
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