Por Jorge Cuevas
Willer Ditta es un auténtico roble, tiene un físico espectacular, pero quedó totalmente evidenciado por Sergio Ramos en el tiro de esquina que generó el gol de Rayados. La cosa es que el español también tiene un físico envidiable y encarrerado se llevó puesto al colombiano para rematar, celebró y dejó en el piso al defensor de la "Máquina".
La noticia ha resonado con fuerza en La Noria. No es solo un gol, es un recordatorio de aquella tarde en Marrakech, cuando el Real Madrid nos arrebató el sueño de alcanzar la gloria mundialista. Sergio Ramos, con su implacable juego aéreo, se convirtió en el verdugo que nos dejó con las manos vacías.
El gol de Ramos en 2014 no solo fue un golpe deportivo, fue un golpe emocional. La afición cruzazulina, que había viajado a Marruecos con la ilusión de ver a su equipo hacer historia, regresó a México con el corazón roto.
Ahora, en un amistoso que pretendía ser una preparación, Ramos vuelve a marcar de cabeza. La repetición de la historia es dolorosa, casi cruel. La afición cruzazulina, que había intentado olvidar aquel gol en Marrakech, se enfrenta a un nuevo recordatorio de su fragilidad defensiva.
El gol de Ramos, aunque en un contexto diferente, reabre viejas heridas. La sensación de impotencia, la frustración de ver cómo un rival nos supera en el juego aéreo, vuelve a hacerse presente.
El gol de Ramos, más allá de la anécdota, pone de manifiesto un problema recurrente en el Cruz Azul: la fragilidad defensiva en el juego aéreo. A lo largo de los años, la Máquina ha sufrido goles de cabeza que han costado puntos importantes.
La falta de contundencia en la marca, la debilidad en los despejes, la falta de coordinación en la defensa, son algunos de los problemas que el Cruz Azul debe solucionar si quiere aspirar a grandes cosas.
09/03/2025
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